Durante toda la semana, como es habitual, no paraba de contar las horas que quedaban para que llegara el cierre maestro de la semana. El sábado, tras un buen madrugón, fuimos hacia nuestro cazadero habitual. Al llegar a los puestos, se veían algunos zorzales volar, por lo que las esperanzas de tener algunos lances iban aumentando. Finalmente, pude cobrar una docena de zorzales en compañía de mi tío y de nuestra ‘Loli’, una pequeña bretona que esta temporada esta despuntando en el cobro, y que me acompaña a todas mis jornadas tras los Turdus Philomelus.
A media mañana, al llegar a Córdoba, me dispuse a preparar las cosas, pues saldríamos después de comer dirección Santiesteban del Puerto, donde montearíamos al día siguiente en la finca Vaquetas, con Cinegética Aguilar.
La jornada prometía, noche de cena con los amigos y al día siguiente montería de gamos y muflones, teniendo 2 de cupo. Siempre me ha llamado la atención el gamo, me parece un animal extraordinario.
Tras el correspondiente sorteo, partimos hacia las posturas. Nada más llegar, sin tiempo a sacar los rifles, una gran cochina salió de un pequeño regajo que teníamos debajo del puesto, abatiéndose este animal en los puestos que teníamos al otro lado del cerro hacia el que disparábamos. Tras la primera hora de montería, nos sorprendió por la espalda una collera de gamos, advirtiéndome mi padre de la presencia de estos, pudiendo abatir el que suscribe el primero de ellos. El segundo se quedó parado, y, mi padre, me dijo que hiciera el doblete; ¡Ni mucho menos!, yo le respondí que tirara él el segundo, pero esos momentos de confusión entre los dos hizo que el gamo corriera el regajo hacia abajo y desapareciera de nuestro tiradero. ¡Lástima!, la generosidad de mi padre hizo que no pudiéramos hacernos con la collera.
No me creía que hubiera matado aquel gamo, un animal con el que siempre había soñado. No paré de admirarlo durante el resto de montería, esperando a que terminara para poder contemplarlo más detenidamente y poder hacer las fotos de rigor.
Al final de la montería, resultó que el gamo que pude abatir era uno de los más destacados de la jornada. En realidad no me importaba, no podía parar de recordar el lance y aquel maravilloso animal que había tenido la oportunidad de cazar.
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