Lo que Butragueño nos enseñó….


Este es un relato como tantos y tantos podríamos contar cada uno de los que nos apasiona esta locura que tenemos en nuestras cabezas y en nuestros corazones llamado Caza.

Aprovechando el medio de difusión que nos presta el amigo Dani (@autenticodani_g) quiero compartir con todo el mundo una jornada de caza en la cual yo era el acompañante, ni si quiera llevaba el arma.

Transcurría el año 1.996 y apenas tenía siete años, y era un pequeño e inocente niño pero que  ya por entonces tenía dos pasiones el fútbol (y en concreto el Real Madrid) y la caza, por la que era capaz de renunciar a mi otra pasión para poder salir al campo con mi padre, los amigos y por supuesto los perros.

En aquel entonces mi padre cazaba únicamente con los perros, a él siempre le había gustado tener cuatro o cinco pájaros de perdiz en casa pero nunca los había cazado y fue en ese año en el que tras mucho insistirle dos amigos suyos Rafael y Antonio, decidió que iba a probar suerte, no en vano habíamos escuchado miles de batallas en el arte del reclamo que cualquier persona ajena a aquello diría que eso era imposible.

Y precisamente fue eso lo que ocurrió, que una gélida noche de Febrero de 1.996 que por aquel entonces era cuando abría la veda me dijo “¿Nene mañana te vienes conmigo a probar suerte en el campo o te vas al fútbol?” Pregunta a la que podéis imaginar mi respuesta, la de cualquier niño de mi edad diría “¿A qué hora nos levantamos?”, fue una respuesta que no dude ni un segundo, y ahí me fui a la cama a no dormir ni un segundo, a pensar qué pájaro habrá decidido mi padre para nuestro estreno, cantará por bajito, cantará por alto, viviré todo lo que aquellos dos amigos nos habían relatado tantas y tantas y veces…. Que si cantaban por aquel cerro de enfrente y vinieron a vuelo, que cuando entraron la jaula se vino abajo y hubo que dejarlas ir…. Mil y una historias que esa noche recorrieron mis pensamientos.

Y tras transcurrir mil historias por mi cabeza durante toda la noche, cuando aún no había comenzado ni a levantar el sol sentí el silbido de mi padre llamándome, ahí estaba yo levantado y vestido en menos que canta un gallo, baje las escaleras de la casa, me tomé un vaso de leche y ya comenzó mi ronda de preguntas, “¿qué pájaro nos llevamos?¿dónde vamos?¿por qué te ha dado por salir hoy?....” todas las inquietudes que podía tener ahí salían.

Salimos a la cochera y mientras mi padre sacaba el Seat Málaga que por aquel entonces teníamos me dijo, “coge al alicortado de este año que lo vamos a probar”, era  un pollo alicortado de Noviembre, en mi cabeza solo pensaba “si este pájaro va a querer salirse de la jaula, vamos a llevarnos otro que no lo veo yo a este muy sereno….” Después de aquello salimos en camino y como iba yo mi padre tampoco quería que fuésemos mucho sierra arriba para buscar donde meternos los dos en un puesto de sierra, por lo que decidió que para probar suerte en una zona de la sierra de Cogollos Vega (Granada) que está más rodeada de chaparros y donde sería más fácil hacer hueco para los dos.
Comenzamos a hacer el puesto que ya lo habían dado otros años, por lo que el trabajo iba a ser más fácil al tener ya la forma hecha y simplemente volver a tapar por fuera para que las camperas no nos viesen a ninguno, tapamos tanto por el temor a que nos viesen que únicamente se veía por la piquera del pájaro imaginaros….

Fue tras media hora de preparación, nerviosos a más no poder dado que no paraban de escucharse con las primeras claras del día reclamos y curicheos por un lado y por otro e incluso sentíamos como se revolaban de unos “pinguruchos” altos que había, se sentía aquello de “pío pío pío” junto al majestuoso y único sonido que realiza el aleteo de una perdíz al arrancar a volar. Tras aquello ya no había marcha atrás solo nos quedaba confiar en que aquel pájaro que mi padre había decidido para nuestro estreno al menos cantase.

Tras destaparlo mi padre se dirigió al puesto haciéndole chasquidos con los dedos para que el pájaro no extrañase y vaya si no extrañó, no se había sentado mi padre a mi lado allí dentro de aquel chaparro cuando comenzaron los primeros reclamos por bajo de Butragueño, pues así le bauticé a raíz de aquello. Tras más de una hora de cante, donde no paraban de escucharse pájaros por arriba y por abajo en aquel cerro, y nosotros no parábamos de estar nerviosos escuchándolas y susurrándonos “mira mira asómate (me decía mi padre) no toca un alambre esto es lo que decían nuestros amigos que es importante en un pájaro que mantenga su planta en el centro de la jaula”, “pero papá y cuando las vea se podrá mover ¿no? (replicaba yo con voz temblorosa de ver aquello por primera vez)”,y mientras susurrábamos que aunque nuestro estreno fuese sin verlas lo cual es muy común en esta modalidad de caza, que estábamos aprendiendo del comportamiento de un pájaro en el campo una barbaridad a través de los sonidos que emitía nuestro pájaro, y fue entonces cuando menos lo esperábamos cuando sentimos el “pío pío pío” desde bien lejos y a los pocos segundos casi menos que un pestañear de ojos teníamos allí sonando en la plaza del pájaro a la pareja, yo no los vi como aletearon al llegar, pero sí recuerdo los susurros de mi padre como si los hubiese visto por mis propios ojos “ Mira mira ahí caen delante del pájaro, son dos son dos, que bonitas son y mira el nuestro las ha visto como le han llegado y ni inmutarse ahí está él, pero mira que el pájaro se hace un “ovillo” y qué es eso que hace…” aquello que hacía era música celestial, era un titeo que dejaba a las del campo dormidas a sus pies, y tras más de veinte minutos en plaza los pájaros, que a mí me parecieron horas;  mi padre pensó que era el momento ya de abatir al macho al menos pues era con el que Butragueño estaba más caliente, y siempre nos habían dicho que “al primero que se le tira es aquel con el que el pájaro mantiene la pelea en caso contrario puedes cargarte al pájaro al pensar este que su rival se ha ido vivo”.

Lo que parecía tan fácil como podía ser ejecutar un disparo, en aquel momento no era más que nerviosismo, temblor, corazón a dos mil por hora, y tras mucho “ahora ahora ya si es el momento”, esto pasó varias veces aquel día y nos sigue pasando los que vivimos esta caza con pasión a día de hoy, observé como mi padre accionaba el gatillo de la escopeta y acto seguido con sus ojos brillantes me decía “ahí está ahí está, le he disparado y detrás de aquel matojo está, el pájaro lo está viendo a sus pies”, allí seguimos después de aquello los dos abrazándonos cómo podíamos y mirando por la piquera de vez en cuando para asegurarnos que estaba allí, la hembra después del disparo salió volando y volvió al pájaro pero ese día nunca cumplió más en plaza como debía por lo que sabíamos que no se le podía disparar, pues para carne está la carnicería y al campo se va a muchas otras cosas.
Después de una hora más y sin que viniese ningún otro pájaro a cumplir salimos a recoger aquel precioso macho y a enseñárselo al artista que realmente había logrado que aquello fuese posible, Butragueño. Mientras mi padre se acercaba de nuevo a Butragueño haciéndole chasquidos con las manos, comenzó a darme voces diciéndome “que hay otra que debajo del macho, hay otra”, efectivamente aquel bravo macho de cinco celos tenía dos hembras para él solo y entre nuestro nerviosismo y la grandeza del pájaro, en una jaula no hubiese entrado nunca; no habíamos visto aquella segunda hembra con la que mi padre hizo un doblete sin ni si quiera buscarlo, pues para la primera vez que le tiraba a un pájaro ni en sus mejores deseos había pensado en aquel doblete…. Y tras aquello recogimos y vuelta al pueblo y a la casa pues la caza nunca acaba en el campo siempre lo hace con amigos, compartiendo historias y momentos y aquel día me tocó a mí que siempre había escuchado grandes historias contar la mía vivida desde el sonido que había escuchado ese día pues aunque apenas había visto lo sucedido solo con el sonido que tuve aquel día es fácil de recordar cada vez que se cierran los ojos, y así  junto al fuego de la chimenea y con un vaso de refresco mientras ellos bebían mosto del terreno que hacía mi padre, fue como acabo aquella jornada que fue la primera de muchas más que vinieron después y para las cuales ya habíamos aprendido lo más importante, el respeto y la pasión por la caza del reclamo, lo que verdaderamente significa ver a tu reclamo trabajar y al campo responder, y creo que aquel día aunque no se hubiese abatido ninguna pieza lo habríamos aprendido igual pues algo quiso que mi padre escogiese el mejor pájaro posible y con la más amplia variedad de cantes para su estreno, para el nuestro, para el de los tres.

Butragueño nos duró once años más, y aunque a día de hoy han pasado muchos pájaros por nuestros jauleros y cada uno haciéndonos sentir cosas distintas, ninguno logrará hacernos sentir lo que vivimos aquel día juntos mi padre y yo en ese chaparro en medio de la sierra.
Esto es una de muchas, y creo que cualquiera que le guste y la viva como yo puede brindar apasionantes jornadas de caza, algunas con mejor suerte que otras pero apasionante, por lo que va dedicado a todos aquellos que viven la caza desde el respeto y la pasión que supone.
Por mil y una historias más que contarnos entre todos….


Autor Francisco Luzón @luzonfj















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