Mis respetos queridos animalistas


Mis respetos queridos animalistas, aquí os los presento.

 Amanece torpemente sobre la ciudad, la belleza rojizoazulada de las nubes todavía oculta la gris vileza de los sucios tejados. Entre brumas me levanto con el suficiente sueño para dormir otro rato y el desvelo justo para no poder hacerlo.

Uncas hecho un ovillo en el sofá tamborilea su rabo a modo de saludo, le acaricio la cabeza para consolarlo porque hoy tampoco saldrá de caza. Es un animal extraordinariamente equilibrado y sabio, solamente le falta hablar.

Me encamino al escritorio y encuentro estas notas escritas en mi ordenador, “Mis respetos” se titulan. Puede parecer milagroso que un perro escriba pero yo lo conozco tan bien que ya nada en él me resulta extraño.

Con ustedes una criatura maravillosa, Uncas mi perro.


En primer lugar os presento mis respetos.

Como corresponde a todo biennacido lo primero será decir mi nombre, origen, declarar mi estado y mi edad. Mi nombre es “Uncas de La Lobera”, soy soltero sin compromiso y tengo casi 10 años lo que vienen a ser más de sesenta para un humano. Nací en la prodigiosa Serranía Media de la no menos prodigiosa provincia de Cuenca, cuna de altos pintores, artesanos y artistas.  Y mi oficio como ya habréis adivinado es el de CAZADOR y como tal os presento mis respetos.

Mis andanzas y raíces.

No desciendo de ninguna familia de canes de altos linajes ni boatos, mis apellidos solo hacen referencia  a la finca que mi amo tiene arrendada allí en mi tierra, en mi pequeña aldea natal. Soy una mezcla de razas y no necesito más “calidad” ni papeles que la cartilla de vacunación contra la rabia y el microchip.

En ella he pasado los mejores momentos de mi juventud y madurez. He caminado libre por sus callejas y he marcado tantas esquinas como me ha dado la gana. Algunas veces escapando de escobas y palos, en los pueblos ya se sabe como las gastan cuando les meas la puerta.

Por las soledades de las noches escapaba saltando tejados e intentaba rondar alguna perra para que presa de mis perrunos encantos cayera rendida bajo mis patas. A veces los machos nos peleábamos por “sacar punta al lápiz” pero siempre había algún humano que nos “reconducía” con alguna vara. En los pueblos ya se sabe como las gastan cuando intentas montar sus perras.

“Andurreaba” por las eras tras los rastros de los conejos y perseguía con ahínco los gatos, jamás maté ninguno LOBACO me enseñó que no debía hacerlo. En definitiva entre las normas sociales  de los perros y las varas de los humanos no recuerdo que ningún perro de mi pueblo haya sufrido daño grave alguno. Algún mordisco o varazo de los que pican un rato y recuerdan el precio de andar suelto, el precio de la libertad.

Eran otros tiempos.

Donde los animales éramos animales en lugar de las caricaturas que vosotros creáis en vuestro protector regazo. “Animalejos” torpes, “descastaos”  sin apenas instinto porque en el fondo los queréis lo más parecidos a vosotr@s.

Jamás conocí “bicho” alguno como el Animalista, un ser que reniega de su propia especie cada vez que declara que los humanos son una plaga.

No  entiendo como podéis ser tan soberbios para caparlos y arrebatarles una parte de su vida tan importante como es su sexualidad.  Sin que os tiemblen las manos los priváis de una elemento tan importante para la comunicación perruna, os lo diré alto y claro para que lo aprendáis: E-L  O-L-O-R.
Si supierais lo ridículo que resulta para un perro tener el escroto vacío. Lo extraño que nos huele un macho sin los olores que producen sus pelotas y el poco respeto que le tenemos entre nosotros. Tanto os da si lo tenéis por estúpida moda, orquestada por un mercantilismo “sacacuartos” que vosotros habéis creado.

Yo tengo tres veterinarios a la disposición de mi salud y jamás se les ocurrirá tocarme uno de mis “archeles” sino es para acariciarlo y comprobar que anda sano.

A los canes.

Sobre todo a los viejos que vemos poco nos gusta olernos el “ojarapel” porque en ese insigne y pulcro lugar de nuestra anatomía radica casi toda la información que ofrecemos a nuestros congéneres. Cada vez que evitáis con un tirón y un -¡Cochino eso no se hace!- que uno de vuestros perros olfatee “el bujero” a otro de su especie estáis negándole conocerle.

Echarnos colonias y perfumes os puede parecer también muy moderno y gracioso, por desgracia la naturaleza nos privó del don de la palabra para poder deciros donde meteros el bote.
Que nos vistan de bufones y se rían los demás perros de nosotros tampoco nos hace gracia, mucha menos cuando antes nos han cortado nuestro pelaje natural. No nos gusta que nos hablen como a bebés como a los bebés tampoco les gusta que les hablen como si fueran idiotas.

Hablemos de la Caza, mi oficio.

Porque os tengo oído que “por nuestro bien” se os ha metido en la cabezota prohibirla aún reconociendo de antemano que es necesaria para conservar el campo. Porque decís que todos los perros que cazamos somos esclavos y llevamos mala vida.

-¡Pardiez si vuestros perros hablaran!-.

Los ratos que salgo de caza son los mejores, donde me encuentro a mi mismo, reconociendo el olor de los animales que queda prendido en los matorrales, las piedras o el suelo. Vuelvo por momentos a recordar quién soy.

No es poco en los tiempos que corren con tanta gente iluminada que no sabe ni por donde le viene el aire.

Disfruto campeando, corriendo o simplemente quedándome quieto en el puesto a la espera que caiga alguna paloma o zorzal. Muerdo con ganas pero sin odio todas piezas que en mis fauces caen y siempre comparto la alegría del lance con mi amo.

Formamos un equipo cojonudo, el pone la humana sabiduría y yo mi olfato, sin absolutismos seguimos uno al instinto del otro. Yo le llamo “amo” por necesidad histórica canina él, a mi me llama Amigo.

También he descansado en las riberas de los ríos, me he bañado en los arroyos cuando más calor hacía. Refrescado con el fétido cieno cambiando mi color de “blanco achocolatado” a negro alcantarilla. Las nueces, las bellotas, las moras, las uvas salvajes y otras ambrosías son una “delicatessen”. Mucho mejor que las galletas comerciales, sobre todo son auténticas. Yendo de caza he resollado como un corcel, acalorado como el mismo demonio y sangrado como un gorrino.
Porque la caza mal que le pese a las gentes ignorantes y dictadoras es lo único auténtico, puro, ancestral que nos queda en estos tiempos de ignorancia, egoísmo, “Fake News” y pantallas móviles.

Jamás quisiera yo ser un humano.

Ni se me pasa por la cabeza. Disfruto como perro cada vez que mi amo se levanta para ir al trabajo y se despide de nosotros. Yo con el mío no me quejo, lo disfruto y estoy muy contento. No me falta de nada y disfruto con él, me pagan con muchas caricias y muy pocos palos. Esto último viene a ser complicado describir para un perro de letras como yo.

Para que lo entendáis recibo tantos golpes como neuronas anidan en vuestras cabezas y tantas caricias como las que atesoraba Albert Einstein en la suya.

No quisiera yo tener que pagar facturas. Casarme cuando tengo las novias que mis atractivas cejas son capaces de conquistar, si alguna vez lo consigo. Ni quiero sus religiones, ni sus normas morales que los perros con las nuestras nos bastamos, cuando nos dejan claro está. Allá ellos con sus negocios y sus cuitas que ya dedico yo mi tiempo a lo mío. La mayoría del tiempo viene a ser lamerme las pelotas.

Así meditamos y reflexionamos los chuchos.

Entre lametazo y lametazo elucubramos, elucubramos sobre las luces y sombras de una vida junto a unos seres a quienes nos sentimos atados por una ley atávica. Una ley natural que nos permite cazar juntos y que nadie por “iluminao” que sea va a conseguir capar de ninguna manera.

Con este simple acto intentamos digerir porqué unas mentes “privilegiadas” como las vuestras intentan prohibir aquello que desconocen. Porque capan a sus perros en vez de educarlos cuando el problema lo tienen ell@s. Porqué los tratan como si fueran retrasados.

Bailando con cariño nuestras gónadas a lengüetazos, las hembras lamen lo suyo, pensamos en lo difícil que debe ser tener una vida tan aburrida y triste. Quizá sea por eso lo pagáis con vuestros animales.

Tanto para intentar imponer a los demás unas normas y conductas que solo entienden ellos. Que no atienden a la lógica, ciencia o naturaleza..

Acariciando a chupetones lo que es mío por derecho veo por la tele las gilipoyeces que hacéis o decís. Otras veces escucho a un cómico que también os da caña y cuya frase fetiche es -¡COMERME LOS GUEVOS!-.

Lo dicho os presento mis respetos aquí el izquierdo, aquí el derecho.

Como os decía queridos lectores este perro es tan inteligente que solo le falta hablar.

AUTOR: @LOBACODECOLLIGA



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