Cuando veo esto ¿Qué pienso?, pues sí, puedo llegar a comprender que a alguien no le guste la caza, que le dé pena ¡Claro! Faltaría más, pero me gustaría hacer comprender a esos colectivos que el hecho de la muerte del animal no es lo principal, ¿Es importante? Por supuesto, pero todo trasciende mucho más allá. Aparte está, los que hacen de la caza un modo de inversión del tiempo, o de capital, y que poseen todas las cualidades menos las de un cazador, quizás esos son los que poca ayuda aportan a este mundo que empieza a tener tintes dramáticos.
En relación a los jóvenes, quizás, la mayoría, de edades que van desde la temprana adolescencia hasta bien ya entrada la veintena, que se extiende a la treintena, cuarentena y…en fin…eterna adolescencia. Disfrutan de la vida nocturna, muy respetable por cierto, y de esa sensación de alboroto constante alentada por las copas, música y un sinfín de mecanismos que todos conocemos. ¿Por qué? Quizás el estrés de la vida moderna, del trabajo, esperan ansiosos la llegada del fin de semana, ¿Para qué? Quizás mi caso ralle la locura, pero me resultan desesperantes los infinitos meses de veda en los que las interminables semanas no están acompañados de un cierre maestro, sí, por supuesto, me refiero a una salida al campo.
¿Madrugar un fin de semana? ¡Que locura!, pues sí, es la locura que sentimos los cazadores por que suene el despertador lo antes posible, ponerse las botas, coger el coche, el rocío de la madrugada, el ver a los compañeros, el olor a jara mojada, el nerviosismo de lo que deparará el día, lo salvaje, lo no conocido, el ver a los perros ansiosos por comenzar la jornada, en fin, lo que creo que todos los cazadores, que no tiradores, aprecian por encima de cualquier otra cosa.
En definitiva, decir que la caza es la muerte de un animal es resumir una infinidad de sensaciones que difícilmente de otra forma puedes conocer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario