Todavía recuerdo como si ayer fuera aquella jornada
memorable. Aquel día donde entre pinos, juncos y aliagas se reveló tu auténtico
ser.
Hoy ando elucubrando entre las gotas que por el cristal
resbalan. Suavemente arrullado por la lluvia benefactora, ella igual que mi
mente no deja de evocar aquel trance.
Recordando como fui artífice y testigo de la forja de un
Cazador.
Fue a primeros de Octubre, con el primer Sábado hábil que estrenar temporada, tu
crecías a marchas forzadas y yo disfrutaba el arduo trabajo de enseñarte a
vivir.
Decidí dar una vuelta por “La Solana” un monte adehesado de
pinos que casi nadie transita por su dureza.
Salvo en época de hongos y alguna tala del ayuntamiento allí
la Soledad y el silencio suele campar por sus fueros.
Algunas palomas difíciles de “meter en escopeta” o un
inalcanzable bando de perdices linderas. No había más caza en un monte sin
mucho resguardo ni comida.
Quizá una chocha perdiz en los espesares o el grato
encuentro de la liebre en la junquera o aliagar no eran promesa suficiente para
recorrerla.
Para nosotros si lo fue, siempre lo había sido.
Dejamos el coche en el alto, Soltamos a Uncas que no tardó
en recorrer al galope la planicie donde habíamos desembarcado. Era muy joven
casi tanto como tú pero en su aura de perro se podía adivinar la nobleza y la
clase.
Con unos ayudantes tan poco curtidos y un monte tan tosco y
vacío el resultado iba a depender más que nada del azar o del capricho de los
dioses.
Aun así no era día de hacer las cosas al tuntún sino de
echarle ganas para motivar a mis “cachorros”.
Para que aprendieran a patear, sudar, oler, escuchar,
cansarse y cazar algo si el “Maestro de escopeta”, andaba algo fino.
Salió en un ribazo que cortaba la ladera casi a cuchillo y se perdió de nuestra
vista en cuanto se arrojó por ella. Me quedé apuntando, consciente de que tú
habías captado la tensión y emoción del momento. Bajamos tras ella los tres y
encontramos la junquera donde su suerte estaba más que echada. No tardamos ni
tres minutos en dar con ella, salto por delante de nuestro perro y dio con sus
huesos en el suelo.
Al momento, tras un certero escopetazo de los que no hieren
ni hacen prisioneros.
Lo grande venía entonces, la cogiste de las fauces de Uncas.
Te la cedió como si fuera tuya, y en verdad aunque la liebre jamás lo supo lo
fue desde que nació. Sin miedo, ni pena, sin asco, la enarbolaste para una foto
en señal de victoria y la sobaste con todo el respeto que tus infantiles manos
acariciaban.
El espíritu no te cabía en el cuerpo, rezumaba por los poros
de tu piel de crío y afloró, vaya si afloró. En tus azuladas pupilas se veía la
libertad recorriendo tus venas a lomos de tu recia sangre llenándolo de
auténticas y primitivas sensaciones.
La forja de un Cazador.
Quedaba la prueba final, tan dura como tu mentor la
dispusiera y como presentías sin atisbo de miedo o precaución iba a ser dura de
cojones. Con toda la adrenalina del momento y la alegría del lance comenzamos a
recorrer las faldas buscando torcaces para cazarlas al salto.
No recuerdo exactamente el tiempo que anduvimos ni los
kilómetros recorridos entre llanos y pendientes. Solo que fueron más del doble
de los que un adulto sin afición hubiese aguantado sin desfallecer.
Faldeamos las orillas de los pinos más grandes y salíamos a
los claros tapándonos con sus sombras intentando pillar alguna desprevenida.
En absoluto silencio para escuchar las voces que el monte
oculta y solo los que andamos callados podemos escuchar. No hubo más
suerte, la escopeta no volvió a hablar.
Tú con la liebre en brazos ese tesoro tuyo recién
encontrado, me seguías mientras yo con el rabillo del ojo te observaba para
pulsar cansancio de al tiempo tu tierno y rudo cuerpecillo.
Te preguntaba como ibas para hacerte hablar y testar el
desaliento en tu voz. Todavía aguanta, subimos hasta lo alto del cerro.
La vuelta a casa fue triunfal aunque solo un batallón de patos y gallinas nos
esperara. Formaron a tu encuentro para presentar respetos al “Cazador” que
traía la pitanza entre sus brazos. Ni siquiera la soltaste dentro del coche, la
apretaste en tu regazo sabedor de su delicadeza y valor.
El reparador almuerzo fue espectacular, siempre sabe mejor
cuando se come con hambre, a base de porcinos productos y algún que otro pedazo
de buen pan de pueblo.
Después vino el destripe al que no hiciste ascos, como no lo
hacían las gallinas a las vísceras y
coágulos de sangre que al suelo caían para no desperdiciar nada. Para
darle sentido a segar una vida.
Preparamos una olla grande donde cocerla junto a una vieja
gallina y un montón de verdura, para recibir a tu madre que vendría al día
siguiente presa de sus obligaciones laborales. Vendría en busca de un crío
pequeño y encontró un niño grande que sin duda no era el mismo cuando se
despidieron dos días antes.
Uncas descansaba en su caseta a sus anchas, dormitando y
seguramente soñando igual que tú las sensaciones vividas en apenas un rato.
También tu tardaste poco en tenderte sobre tu lecho para soñar con valles,
pájaros, montes y liebres.
Soñando una realidad que solo puede ser comprendida por
aquellos que la han vivido en toda su grandeza y realidad. Como tú aquel
día.
Mientras tanto este que torpemente escribe saboreaba un buen
aguardiente junto al fuego mientras cocía el puchero con la liebre. Rememorando
lances en solitario y augurando el soberbio morralero que terminaba de
licenciarse.
Corroborando para si mismo que el camino era acertado. El
vástago crecía y aprendía buenas artes y valores que un día le servirán para
defenderse en la puta y hormigonada jungla del asfalto.
Las enseñanzas puras e inherentes al ser humano son
incapaces de usurparlas las modernas creencias, modas, sandeces y la vida
artificial que por desgracia le espera.
Con el tiempo vendrían muchas jornadas juntos, más lances, trances y
andanzas cazadoras, tus primeros disparos con el 12, la escopeta del 28, los
arcos, las prácticas con el .300. Pero la primera pieza, la primera jornada
dura y seria nunca se olvida.
Y mucho menos si la cazas “con toda ley” en lo salvaje, a
medias con tu padre y tu perro. El primer día donde comienza la forja de un
Cazador.
autor: @LOBACODELALLIGA
RELATO ORIGINAL PUBLICADO EN : https://cazadorenlaoscuridad.blog/la-forja-de-un-cazador/
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