Junto a jaras y romeros


Junto a jaras y romeros,
en tierra de zarzas y olivos, 
halló un podenco a su dueño,
quiso llamarle Furtivo.

Sin encaste conocido
en el mundo podenquero, 
al viento de un buen puchero 
iba aun estando dormido

Podenco “colorao” era,
de salvajes ojos miel, 
nunca existió uno más fiel
que un cazador conociera.

De latido fino y seco,
con un porte de pintura, 
un caminar zalamero
e inmejorables hechuras.

Su cola mirando al cielo,
con la forma de la luna,
su nariz, como ninguna,
y una vista de mochuelo.

Gesto valiente y altivo,
al sol se solía tumbar;
mañana y tarde a cazar,
los conejos traía vivos.

Junto a la lumbre y su dueño,
aquel podenco dormía 
con bellos lances en sueños,
por toda la serranía.

Lo mismo agradecía el perro,
conejo, cochino o perdiz, 
liebre, zorzal, codorniz,
que un “venao” en algún cerro.

Los zarzales le peinaban
sin que las zarzas sintiera, 
lo que en verdad deseaba,
que su buen dueño le oyera.

Su jai-jai llevando el rastro,
su rapidez podenquera, 
más de uno los quisiera, 
cualquier terreno cazando.

Mas hablo de su rabeo
al ventear un conejo,
reflejando lo que él siente
como si fuera un espejo.

Cada lance lo cobraba
con la alegría de un niño,
a cambio del buen cariño,
bien conejo o perdiz brava.

Ni agua, viento o calor
al podenco amedrentaban,
no mermaban su valor
ni las más duras aulagas.

Su afición era tan grande
que estuvo tres días perdido,
tres días estuvo cazando
sin siquiera haber dormido.

El tiempo se iba volando
como migran los vencejos, 
el tiempo le hizo más listo,
a cambio, le hizo más viejo.

En cada lance su presa
apenas ya le engañaba, 
aunque su fuerza flaqueaba,
puesto que los años pesan.

Una lágrima le cayó
la tarde de un triste día, 
cuando su dueño volvió
y a jara y tomillo olía.

La escopeta le ocultó,
fingiendo estar de paseo, 
Furtivo le delató
con su peculiar venteo.

Aquel día en la despensa
no hubo conejo ni pluma, 
ni siquiera liebre alguna,
esa fue la recompensa…

por no llevarse al podenco,
dormido en la lumbre fría,
no lo llevó por no querer,
sino porque le quería.
Mas preocupado Furtivo,
con tristeza y pensativo, 
estando él en el hogar
su dueño no iba a cazar.

¿Por qué me dejas amigo?,
mis fuerzas no están perdidas, 
vuelven cazando contigo,
haciéndolo daría mi vida.

Con canas blancas y sordo
se fue apagando el guerrero,
se despidió una mañana,
digno del mejor perrero.

Apenas ya caminaba,
veía con dificultad,
intachable la lealtad
reflejada en su mirada.

Agradecido a su dueño
por tan increíble vida, 
ni una cacería perdida
desde que fue bien pequeño.

Se sintió un privilegiado
frente al resto de los perros,
cazando libre y monteando
con su espíritu de hierro.

¡Se nos ha ido el mejor!,
su dueño triste lloraba.
No me siento cazador,
no habrá ninguna camada.

No te vayas de mi lado,
sin ti no me siento vivo,
no puedo pisar el campo,
sin ti, querido Furtivo.

No llores, amigo mío,
le decía desde el cielo;
siempre que tú me recuerdes,
saldremos juntos de nuevo.

Yo te seguía con fervor,
me diste tu amor sincero,
tú te creías cazador,
yo te hice podenquero.

No existirá cacería
que yo no siga a tu lado,
con un cochino a parado
o guiando tu jauría.

Cada conejo que eches
lo latiré con esmero,
mientras te sigo esperando,
tumbado con los aperos…

recordando nuestros lances
y esos momentos vividos,
junto a jaras y romeros,
en tierra de zarzas y olivos.



Autor J. Javier Calonge @Javier Calonge Podenco  - Adm de la pag de facebook Cazadores con Podencos de España

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