JUAN PABLO ESTEBAN @Juan_Lobon_



Juan Pablo Esteban más conocido en redes sociales como Juan Lobón, es un cazador genuino; por favor, no confundir con un “mato todo lo que se me pone a tiro” ni con el que furtivea o con lo que es peor, el federado que porta el disfraz del orgullo “hunter” pero que es  un fraude.

"Lobón" es un cazador en toda la extensión de la palabra: Cazador en el campo, en el foso olímpico del tiro al plato y en la vida. Tal y como él ejerce su pasión es inviable desvincular sus valores cinegéticos de aquellos que aplica en las relaciones personales, trabajo y demás ámbitos de la vida.

Sin duda es un tipo singular. Dedica el ochenta por ciento de su tiempo libre y presupuesto a  la actividad cinegética y sus vertientes, como son las armas, la artesanía con piezas de caza, la fotografía de especímenes… Pero sobresale por su  cultura, interés en las artes, necesidad constante de cultivarse, estupenda oratoria, brillante redacción de artículos, relatos, e incluso una fantástica  autobiografía que por humildad mantiene oculta.




Podría llenar varios folios enumerando sus virtudes pero tengo la certeza de que no sería de su agrado que me limitara a tan banal y tendencioso retrato, así que haré una hoja de ruta concisa y objetiva.

Juan se caracteriza por su nobleza, devoción por la naturaleza, inflexibilidad cuando tiene claro qué es lo justo y sin lugar a dudas, por su beligerancia cuando se sabe en poder de la verdad.

He observado en él, con agrado y sorpresa, máximas que cumple a rajatabla en su faceta de cazador y que yo creía extintas como:

- Respeto estricto por las leyes cinegéticas.
-Cumplimiento de los cupos establecidos, incluso llegando a retirarse si considera que se está forzando o presionando a una especie, para así permitir y fomentar su viabilidad y natalidad ayudando con alimentos y agua en tiempos de escasez.
-Anteponer la seguridad de los compañeros erradicando de su comportamiento una praxis más que común, como es el tirar a bulto sin determinar la presencia y localización de la pieza.
- Poner todos los sentidos en la jornada de caza, utilizar el móvil sólo cuando abandona la actividad y comprobar que el arma está en perfectas condiciones de uso, posicionada y asegurada al igual que el resto del equipo que usa, como indumentaria, etc.

Recuerdo un lance en particular que lo retrata a la perfección.  Se trataba de un gran macho de jabalí con el que Lobón parecía tener una afrenta personal. Como esperista de corazón que es, aguardó alrededor de sesenta días al magnífico ejemplar; dos lunas completas lo observó, fotografió y estudió su rutina. No tenía el menor interés en matar a aquel animal por el mero hecho de quitarle la vida o para jactarse de ello en los corrillos de lo que yo denomino “cazadores de bar”… ¡Qué va! ¡Era mucho más profundo y trascendente! Era un mano a mano. Una contienda en la cual el ganador  se alzaría con la victoria de forma honorable, sin atajos ni ventajas.

Apoyado en el robusto tronco de una encina,  muchas noches aterido de frío, en silencio sepulcral y con la sola compañía de su querida luna, aprendió minuciosamente la rutina de su oponente, permitiéndole escapar en varias ocasiones; no le daría muerte mientras saciaba su sed o en un lugar en el que lo atrapara o mermara en forma alguna. “No hay grandeza en eso”, dice cuando me relata con una emoción casi eléctrica cada jornada de sus estimulantes cacerías.

La victoria de Lobón fue impecable, en igualdad de condiciones y siendo ambos conscientes de la presencia del otro y de la trascendencia del momento.

No hubo ni una de esas fotos que tanto se ven en las RRSS, con el animal ensangrentado y colocado de cualquier forma, sin respeto alguno por él ni por el lance.  Al contrario de tan avergonzante estampa, Lobón inclinó la cabeza como asintiendo para agradecer a su contrincante el haberle brindado tan noble batalla. Cargó con él fatigosamente hasta la furgoneta y lo desolló  para su consumo posterior (Sí, él come todo lo que abate, de lo contrario lo deja marchar)

Una de sus muchas habilidades es la artesanía con la parte más emblemática de la pieza cobrada, así que los colmillos del “bicho” hoy lucen en todo su esplendor sobre una base de madera, trabajada y elegida específicamente para ellos, en la pared de su salón.

Juan Lobón es definitiva y totalmente atípico. Un luchador honorable, tenaz, conocedor de lo que hace, autosuficiente, responsable y lo más admirable de su forma de vivir la caza, es que no le mueve en absoluto el matar, porque “Ahí se terminó la magia” suele decir él con un  destello de tristeza en la mirada.

Él ama la noche en el campo, la luna sin contaminar lumínicamente, el frío que le llega hasta los huesos y que tan solo logra expulsar con un fuego bien hecho, el observar, fotografiar, seguir y perseguir hasta conocer los detalles más nimios de la fisonomía de su presa… En fin… CAZAR como concepto virginal y escrupuloso, sin tretas, sin ego, sin afán de reconocimiento, movido únicamente por la emoción de reconectar con ese instinto primitivo y transgresor de nuestros ancestros, que nos permitió ya no solo sobrevivir, sino prosperar exponencialmente hasta el punto de eclipsar al resto de especies.

Lobón, en resumen, es tan sólo un romántico de la caza pura, limpia y sana.




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