Estaba siendo una buena temporada, pero como suele pasar esa noche faltaba algún perro así que después de cenar fuimos a dar una vuelta a ver si lo veíamos.
En esa estábamos mi padre y yo con la búsqueda cuando al borde de los pizarros las luces del Niva nos alumbraron una fugaz silueta.
-¡Menudo jabalí!
Una vez mas, la historia volvía a empezar, esa noche me metí en la cama pensando en la batalla que había comenzado.
Avanzaba la temporada y cada día que íbamos de caza a esa zona buscaba sus huellas, redondas marcando ser un macho adulto, y con peso.
Solo Dios sabe lo que rece por que el destino me lo guardara y nadie se cruzara con el. Así acabó la temporada y sin perder un día aquel mismo fin de semana me tiré a buscarlo de nuevo, me llevo bastante tiempo pero poco a poco empecé a conocer sus querencias día tras día. Una de esas mañanas tras su pista vi en una baña de barro que el hielo estaba roto y las pisadas que había allí sin duda eran las suyas.
Le hice unas marcas al barro y a la mañana siguiente había vuelto, así que hice la misma operación a ver si volvía.
-Como entres hoy también, mañana vengo a verte.
La fría mañana del Domingo me tenia escrito en el barro lo que quería ver, había entrado 3 noches seguidas buscando la arcilla de esa baña, así que aposté por que la cuarta no fallaría a su cita. Revise bien por donde venia, la dirección del aire y elegí el que me pareció el mejor sitio para medirme con el.
En invierno se hace pronto de noche, así que a media tarde empecé a abrigarme de la mejor manera que pude, porque las heladas que estaban cayendo eran considerables, aunque aquellas pisadas calentaban mi sangre para aguantar una ventisca, era el día, estaba seguro.
La noche llegó rápido a aquel pequeño valle donde se encontraba la baña, y en silencio se apoderó del entorno como es habitual en las noches de invierno. Aquella noche no había luna, oscura como la boca del lobo. El aire me venia perfecto, así que esto solo consistía en esperar y estar muy atento.
La helada empezó a caer, y ya notaba un poco la falta de abrigo o mejor dicho la falta de experiencia en abrigarme, pero la caza es caza, y no iba a abandonar ahora.
Con la noche bien metida estaba en mis pensamientos, con la cabeza baja metida en el gorro de lana, el rifle apoyado en una vara, buscando una y otra vez un motivo para seguir allí.
En eso estaba mi mente cuando sentí el ruido inconfundible de unas pisadas.
El corazón me dio la vuelta, levante la cabeza, acuñé los ojos y contra la claridad de los juncos lo vi ya saliendo de la baña, la pradera había ocultado el ruido de las pezuñas hasta que llegó al barro.
Lo mas rápido y silencioso que pude busque con mi cara la fría culata, encendí la linterna apareciendo en el visor el cuerpo negro y la cara blanca mirándome que tanto había imaginado desde hacia meses.
Al instante un trueno rompió la calma de Río Malo y la sangre de aquel guerrero se abrió camino en la helada que ya cubría todo.
En esa estábamos mi padre y yo con la búsqueda cuando al borde de los pizarros las luces del Niva nos alumbraron una fugaz silueta.
-¡Menudo jabalí!
Una vez mas, la historia volvía a empezar, esa noche me metí en la cama pensando en la batalla que había comenzado.
Avanzaba la temporada y cada día que íbamos de caza a esa zona buscaba sus huellas, redondas marcando ser un macho adulto, y con peso.
Solo Dios sabe lo que rece por que el destino me lo guardara y nadie se cruzara con el. Así acabó la temporada y sin perder un día aquel mismo fin de semana me tiré a buscarlo de nuevo, me llevo bastante tiempo pero poco a poco empecé a conocer sus querencias día tras día. Una de esas mañanas tras su pista vi en una baña de barro que el hielo estaba roto y las pisadas que había allí sin duda eran las suyas.
Le hice unas marcas al barro y a la mañana siguiente había vuelto, así que hice la misma operación a ver si volvía.
-Como entres hoy también, mañana vengo a verte.
La fría mañana del Domingo me tenia escrito en el barro lo que quería ver, había entrado 3 noches seguidas buscando la arcilla de esa baña, así que aposté por que la cuarta no fallaría a su cita. Revise bien por donde venia, la dirección del aire y elegí el que me pareció el mejor sitio para medirme con el.
En invierno se hace pronto de noche, así que a media tarde empecé a abrigarme de la mejor manera que pude, porque las heladas que estaban cayendo eran considerables, aunque aquellas pisadas calentaban mi sangre para aguantar una ventisca, era el día, estaba seguro.
La noche llegó rápido a aquel pequeño valle donde se encontraba la baña, y en silencio se apoderó del entorno como es habitual en las noches de invierno. Aquella noche no había luna, oscura como la boca del lobo. El aire me venia perfecto, así que esto solo consistía en esperar y estar muy atento.
La helada empezó a caer, y ya notaba un poco la falta de abrigo o mejor dicho la falta de experiencia en abrigarme, pero la caza es caza, y no iba a abandonar ahora.
Con la noche bien metida estaba en mis pensamientos, con la cabeza baja metida en el gorro de lana, el rifle apoyado en una vara, buscando una y otra vez un motivo para seguir allí.
En eso estaba mi mente cuando sentí el ruido inconfundible de unas pisadas.
El corazón me dio la vuelta, levante la cabeza, acuñé los ojos y contra la claridad de los juncos lo vi ya saliendo de la baña, la pradera había ocultado el ruido de las pezuñas hasta que llegó al barro.
Lo mas rápido y silencioso que pude busque con mi cara la fría culata, encendí la linterna apareciendo en el visor el cuerpo negro y la cara blanca mirándome que tanto había imaginado desde hacia meses.
Al instante un trueno rompió la calma de Río Malo y la sangre de aquel guerrero se abrió camino en la helada que ya cubría todo.
Autor: Carlos de la Fuente Bartolome @cafafu_
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