No podría empezar el presente sin acordarme de todas las personas que me han inculcado esta bendita afición. En primer lugar, mi abuelo, al que estaré eternamente agradecido por haber introducido en mi padre, mis tíos y, posteriormente, en mí, los valores que, en mi opinión, deben de regir en el mundo cinegético, y del que me cuesta escribir sin emocionarme. Desgraciadamente ya no nos acompaña, pero siento que está presente en todas nuestras jornadas, siendo innumerables los recuerdos que tengo de él, conmigo, cazando, donde lo último era el resultado, bastándole con disfrutar del campo con su único nieto varón -pues a las féminas nunca les interesó la caza-. En las siguientes fotos, de izquierda a derecha, el que suscribe con 15 meses en los zorzales, y en la misma modalidad con 17 años.
En tercer lugar, no podría terminar con esta ronda de agradecimientos sin acordarme de mi tío, al que sigo acompañando en las jornadas de caza menor a lo largo de la temporada.
Bueno, quizás sea el momento de presentarme, mi nombre es Álvaro Martín, soy de Córdoba y tengo 23 años. La primera vez que salí a cazar tenía la precoz edad de 15 meses (foto adjuntada anteriormente), y a partir de ahí se han ido sucediendo los días y las modalidades.
Durante los primeros años, debido a que a mi abuelo solo le gustaba la caza menor, acudíamos generalmente a este tipo de cacerías; caza en mano, media veda, ojeos, zorzales…¡Que tiempos!. A los 6 años asistí a mi primera montería, junto con mi tío y mi padre, en la finca “Santa María”, Cardeña (Córdoba). El debut no pudo ser mejor, consiguiéndose abatir dos cochinos en el puesto.
Hasta aproximadamente los 13 años, mis temporadas se sustanciaban ante las perdices, conejos, liebres, tórtolas y zorzales, con alguna que otra montería. Como he dicho en el párrafo que antecede, esas jornadas en mano con los perros eran inmejorables.
Desde esa edad hasta la actualidad, se ha invertido la situación, ahora lo que más práctico es la caza mayor, fundamentalmente la montería, aunque nunca falta en mi temporada los días de caza menor.
Mi padre empezó a montear con 18 años, pero hizo un alto en el camino cuando yo nací, y le estaré eternamente agradecido. Me explico. Para mí, la caza menor debe ser la escuela de los cazadores, es decir, donde se aprendan los valores y la ética de la caza. No quiero molestar a nadie, pero en la caza mayor (monterías), generalmente, hay demasiado “postureo”, y uso este término por estar actualmente en boga, abundando cada vez más los conocidos “pegatiros” (1. Dícese de aquella persona, generalmente con gran capacidad económica, que invierte su tiempo, y capital, en las monterías, y que no concibe terminar la jornada sin haber abatido algún animal./ 2. El que no respeta la caza, ni a los compañeros, ni a los perros, ni los valores que rigen esta afición./ 3. Aquel que se hace llamar cazador sin distinguir entre una perdiz y un mochuelo.). Ciertamente, en la mayor de las venatorias también he conocido a gente maravillosa, que llevan el señorío por bandera, y que son un claro ejemplo de lo que yo definiría como “CAZADOR”.
En vez de adjuntar fotos con trofeos y demás, me gustaría añadir una imagen que representa lo que creo que somos los cazadores. Se trata de la celebración de una batida benéfica organizada por la peña de monterías cordobesa a la que pertenezco, Monteros Tradicionales de Córdoba, en la que todo el beneficio que conseguimos recaudar fue para una asociación cordobesa sin ánimo de lucro, A.C.O.P.I.N.B, que realiza una labor insuperable en la promoción e integración de niños borderline.
¿Por qué me gusta la caza?, No concibo una vida sin ella. En todos los recuerdos que tengo desde que nací me sentía cazador, así que no puedo imaginarme pasar el resto de los días sin poder practicar esta bendita afición. Por eso siempre la he intentado defender al máximo, acudiendo a cuantas manifestaciones se han convocado. Recuerdo con gran tristeza la organizada en Madrid hace unos 3 años, desde Córdoba capital, conocida junto con Andújar por ser la cuna de la montería, solo partió un autobús. Tenemos lo que nos merecemos. Escuché innumerables excusas de la gente que no pudo ir, pero al menos tengo al conciencia tranquila porque yo, junto con mi padre, mi tío, y algunos amigos, acudí a defender lo que quiero, sin fotos, sin Instagram y sin patrocinios (a pesar de tener 2 días después examen de la carrera, por lo menos aproveché el trayecto para repasar….). Ni que decir tiene que también estuve en la organizada en Córdoba hace 2 años…
Creo que el futuro de la caza pasa por nosotros mismos, en lo que a la conservación se refiere, y a las administraciones. En la siguiente foto acompaño un texto publicado en el ABC que escribí con 18 años, y del que sigo opinando lo mismo.
Me gustaría dejar claro que siempre defenderé la caza con todos los mecanismos que tenga, intentando transmitir a los demás la importancia de la actividad cinegética. De hecho, tanto mi Trabajo de Fin de Grado, como mi Trabajo de Fin de Máster, recientemente entregado, versa sobre la responsabilidad civil derivada de la actividad cinegética, vista desde perspectivas diferentes.
Para terminar, y al objeto de no alargarme demasiado, me gustaría animar a todos los jóvenes a presentar su candidatura a este reconocimiento, pienso que Dani hace una labor encomiable en defensa de la caza, y merece todo el apoyo que podamos aportar; así como a darle las gracias a todas las asociaciones juveniles que promocionan la caza. Tengo el honor de pertenecer a JOCAN, donde se realiza por parte de los directivos un trabajo que merece toda la admiración y agradecimiento, y que seguramente merezcan este premio como los que más.
Álvaro Martín Cordobés.
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