viernes, 3 de marzo de 2017

ROMPÍ LA RACHA

Ver comenzar la temporada, mientras sientes en tu interior esa llamada intrínseca de monte y caza, que cada año nos saca de nuestro letargo estival y no poder acudir al campo a sosegarla es sin duda algo “jodido” y que cuesta bastante más de lo que yo me creía afrontarlo. Este año nos enfrentábamos a un cambio duro, y digo enfrentábamos, pues yo siempre o casi siempre he cazado junto a mi padre, mentor e ídolo montero. Tras más de 20 años acudiendo juntos y de forma ininterrumpida a la sociedad del pueblo (bueno yo no a todas las monterías por cuestiones laborales o de calendario, pero mi padre… mi padre sí que sí), este año para nuestra desgracia teníamos que dejar el coto.
 
 
Si bien es cierto, yo en la media veda pude acompañar, gracias a su invitación, a mi buen amigo Dani, mi tocayo, y poder tirar a palomas y codornices. Y luego otro día de octubre, también me llevo a las perdices y a los conejos, y así pude disfrutar de unas estupendas jornadas. Pero la Mayor es la Mayor y las ladras y carreras seguían bien vivas en mi mente, añorando cada día TODO.
 
 
 
Y cuando ya mis esperanzas para este año se perdían en el linde de las posibilidades, una llamada de Ramón, un gran amigo y mejor persona, a mi padre nos devolvía todas las ilusiones, invitándonos a los dos a una montería del pueblo.
 
 
 
La dicha fue muy grande, y los días previos pasaban muy muy lentos por la impaciencia de volver al campo. El morral creo que lo repase cada día para saber que todo seguía en su sitio. Y los recuerdos de las últimas temporadas volvieron a aflorar en mi mente. ¡Y es que valla años!. De las monterías a las que había podido acudir en los últimos 3 años yo particularmente sumaba un cero patatero. La mala suerte se había adueñado de mí. Cuando no el aire, cuando no los malos puestosme habían relegado a solo contar con un par de lances, que encima para mi desgracia había errado. ¡VALLA UNA RACHA! Acabando el año pasado muy muy desanimado y frustrado. Y el caso es que ahora con la perspectiva de perder lo que uno tanto había amado, más de lo que en principio sospechaba, me doy cuenta que fruto de la desesperación de esa racha no había disfrutado del monte como debiera y que aquel desanimo del final no era nada en comparación con la añoranza de salir al monte.  
 
 
 
Pero esta vez no, no lo iba a permitir, bastante feliz era por la oportunidad de volver a oler la jara y escuchar las ladras como para desanimarme por esas circunstancias pasadas. Es más en mi mente no pensaba contemplar ninguna otra situación que no fuera positiva. Por complicada que se pusiera la cosa, lo único que me planteaba era disfrutar de un puesto en una montería un año después. Los resultados para los resultadistas. Eso sí, si pudiera quitarme la espinita y romper la racha... pues mejor que mejor.
 
 
Llego la tan ansiada mañana, y creo que faltaba poco más de una hora par que sonara el despertador cuando uno ya estaba desayunando. Y mi padre por la hora a la que ya pasaba con el coche a recogerme estaba claro que también madrugó más de la cuenta..
 
 
El viaje como siempre trascurrió con una buena charla en la que nos pusimos al día, y donde analizamos los posibles puntos importante del día. La mancha es querenciosa principalmente por ciertos puntos y era importante caer en alguno de esos puntos, Habría que esperar a la suerte. En esto cruzamos por Ventas con Peña Aguilera, pueblo toledano, donde nació mi padre, y donde como siempre paramos a tomar un café. De allí bordeando cabañeros, por el embalse de la Torre de Abraham y por Palillos paramos en el “avistador” de cigüeñas, donde pude fotografiar el madrugar de las rañas. La mañana estaba fría, lo lógico para enero.
 


 
 
Llegamos a la junta, y unas buenas migas y estar con los compañeros de andanzas ya nos puso en situación. Ramón y otros nos pusieron al día de jornadas anteriores y de cómo se estaba desarrollando la temporada, y por supuesto de cómo estaba la mancha, de la cual decían que estaba calentita. Y es que al ser una montería de una sociedad local casi todos sus socios eran naturales de allí de Alcoba, y en menor o mayor medida todos saben al dedillo como estaba el campo.
 
El sorteo nos deparó un no mal puesto, el 7 de las torrecillas...en una esquina de la mancha, en la salida de los perros. El aire estaba de culo, por lo que no sabíamos realmente cuales eran nuestras opciones. A priori no tan esperanzadoras como nos pareció en la junta, eso si los del cortadero contiguo tenían muchas opciones de tener un buen día, y las gateras del extremo opuesto aún más.
 

 
 El puesto ya una vez en el monte no estaba mal, un cortadero, con visibilidad  y con alguna troncha bien cogida... (video)

 
 
 
Mi padre me permitió comenzar a mi tirando, y ya sólo tener el FM BROWNING semiautomático en mis manos, del calibre 30-06 me volvía a dar mucha alegría, y aunque hacía frio, la solanita era muy agradable.
 
 
 
La mancha estaba quieta, y hasta la suelta no pareció advertirse ningún disparo, pero una vez las puertas de los furgones liberaron a las rehalas, las carreras empezaron a sentirse. La primera carrera fue protagonizada por un gamo, que cruzó nuestro sopié, unos 3 puestos por debajo nuestra y abatido. Poco después arrancó otra carrera no muy lejos de nosotros, y venía directa, pero el aire…el aire le dio darse la vuelta con las mismas, para terminar saliendo a las gateras.
 
Otras carreras se desarrollaron del mismo modo, llegando a escasos 50 metros como mucho, y venteándose se volvían a otras zonas. Los perros ya marchaban y viendo los acontecimientos, poco ya podíamos esperar. Quedaba la vuelta, pues los perros volvían pero viendo que ningún bicho se decidía a romper nada me hacía pensar que lo fuese a realizar luego. En condiciones normales ya hubiéramos tirado pero así no podíamos esperar mucho.
 
Mi padre decidió que tomáramos las galletas y el chocolate caliente que habíamos traído con nosotros  para entonar el cuerpo que estaba todo ahora tranquilo, y yo le decidí pasar el rifle para preparar todo. Cuando en estas la caza… JAMÁS dejará de sorprendernos, de atrás de donde no había nada, sentimos un golpe de verja, y al momento otro, y un perro ladrando. Ramón dice, “eso es un guarro pasando una gatera, y de frente tiene un perro”. A mí me dejo muerto esa afirmación, pero Ramón pese a su juventud, demostró  a la postre un saber fuera de toda duda.  El ladrido del perro no es continuo y el tenue golpe de verja desaparece. Mi padre se prepara, o eso creía yo, más que nada por la afirmación de Ramón… y desde atrás a unos 30 metros rompe el macareno a la velocidad de la luz. Mi padre le pega un tiro algo bajo y trasero y éste termina entrando en la mancha.
 
 
Menuda sorpresa, con todo el jaleo de la montería un bicho ajena a ella decide meterse, ver para creer. Mi padre se lamenta por su fallo, pero bueno como el suele decir hay que dejarlos criar también de vez en cuando.
 
La mañana volvió a su tranquilidad al menos en nuestro puesto, pues en la lejanía las carreras y los tiros se sucedían. Aunque ya estaban de vuelta. Y yo decidí aprovechar para sacar unas fotillos de Playmocaza que a la postre se revelarían cuanto menos premonitorias.
 
 
Estando con el semiautomático nuevamente en mi poder, hablaba con Ramón tranquilamente de lo divino y humano, cuando sin mayor miramiento, sin sobreaviso, el retumbar del quebranto de la vegetación nos saca del sopor y por la derecha rompe un guarro, a unos 20 metros. Este realiza una maniobra un tanto suicida, en vez de cruzar el cortadero, se viene por la linde del monte derecho a nosotros. Le pego un primer tiro. El bicho sigue viniendo a por nosotros, le vuelvo a coger en el visor y le pego un segundo, entonces este gira ya para dentro del monte antes de llevárseme por delante, (mi padre y Ramón ya se habían apartado dejándome sólo ante el peligro) y sigue corriendo y sin pensar le suelto un tercero a unos 3 metros, y el bicho se va para dentro. No sin antes apreciar que lleva un boquete grande en la paleta. En ese momento con total frustración digo “JODER PERO SI VA CON LOS TRES TIROS Y UN BOQUETE Y TODAVIA SE VA”
 
Ya más tranquilo daba por seguro haberme quedado con él, pese a que rompió vegetación en su huida un buen rato. Y esperaba poder cobrarlo. Ver restos en las zonas de impacto También ayudo.
 

 
 
 
Al principio nos costó encontrar la sangre, pero una vez localizada, fue seguirla, y con la ayuda de los perreros no mucho después, terminémosle encontrando unos 100 metros monte a dentro. Tenía los 3 tiros, el primero en el morro, de cuando lo tire de frente, y los otros dos con una separación de un par de de dedos en la punta de la paleta los dos disparos restantes. Dice mi padre y no le falta razón que “tan cerca las balas les queman y la adrenalina con la que vienen no les paran”.
 
Era Una bonita guarra, que rompía la mala racha, que ponía un broche de oro a un gran día de montería, que daba alegría a una temporada de caza distinta, y que me había regalado un lance muy muy curioso, para siempre grabado en la memoria.
 


 
 
El balance de la montería fueron más de 30 reses entre guarros y cérvidos. Con muchos tiros y con mucha gente que se había divertido. Un gran día de caza.
 
 
 
Agradecer una vez más a Ramón su invitación a la cacería, un abrazo compañero!
 
FIN
 

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